viernes, 13 de enero de 2012

Acuérdate de mí.

Entre las lluvias de este invierno gris,
aparecen los horizontes de un Abril perfecto.
Las nubes se levantan, mi deseo se derrite.
Se tiñen de esperanza las imperfecciones del corazón.

Aunque no soy dueño de este verano, ni de esta playa.
No soy el mar que mece en calma, sólo un turista entre tus costas.
Una leve brisa me adormece y aparece tu reflejo,
tumbado frente al mar, miro tu despertar en mi recuerdo… y creo levitar.

Si este cielo azul se tiñese de marrón,
o si la cal de mi pared y el añil del mar desaparecieran.
Si un tifón meciera todo aquello que yo soy,
si aun sintiéndome cerca notas que me voy.
Grita, pues será la muchedumbre y no tu pelo la que mueva mis pasos.
Iré contracorriente ante un destino incierto.
Si no estuviera aquí, acuérdate de mí… pues yo lo haré por ti.

Si naufragara entre los grados del café que nos faltaba,
ese ayer que era nuestro ya no valdrá nada.
Si tus suspiros dicen más de lo que tu silencio calla,
si las rocas de la orilla te desarmasen antes de llegar…

Si esta bahía deja entrever un “te echo de menos” considéralo real,
si tu fantasía ya no da para más, yo soñaré tu mitad.
Este vendaval amaina, y el cabo que me ataba a tu coral desaparece.
Me hundo, sin ti no hay timón, no hay velero que sobrevuele nada más que el fondo…
Y si antes del final una ola nos arrastra,
o si descubrimos que el mal nunca se acaba.
Si el mar de fondo nos empuja hacia otras islas,
si mi Odisea me hiciese perder el sentido.
Grita, que yo recuerdo que estoy vivo y que tú me necesitas.
Que yo sin ti no existo, que me deje de tonterías.
Pero si todo acaba aquí, acuérdate de mí… pues yo lo haré por ti.

Y si hoy tocase asumir el fin…
ver como zarpas mientras yo faeno en agua dulce.
Acuérdate de mí…
aunque el tener que recordarte duele más pues no te tengo aquí.

viernes, 6 de enero de 2012

Nuevo final.

Nuestro mayor error fue pensar que valíamos más que nuestra historia.
No aceptar los retales de locura que se dejaron entrever,
que cada nuevo insulto no era más que un golpe, otro nuevo revés.
Y golpe tras golpe, el K.O. se acerca; nuestra piel ahora parece estar muerta.

Y el árbitro pita el final, se marchan los asistentes.
Quedamos en soledad los presentes, mirando al techo, sintiendo su vacío.
Sonriendo, riendo al final, y corriendo entre las paredes de un adiós divino,
entender que esta mierda no es lo mismo si tú no estás conmigo.

Pero cada nuevo capítulo es la indecisión de seguir vivo,
o buscar entre las sombras algún resto del divo que fui;
quizá no estoy tan mal como para empezar a volar sin ti,
quizá se nos pasaron nuestros años de vivir; ¿quién sabrá jamás?

Una nueva discusión da pie a un nuevo final, extrañado me pregunto a veces,
¿dónde estaré mejor que en los brazos de quien me quiere muerto?
Me mece con ternura esperando el momento del magnicidio;
valgo más que esta historia, y nunca su cuenta pedimos.

Me ahogo de tanto pensar, me ahogo de tanto sentir.
Varado frente al mar, viéndote sonreír extraña; antes no disimulabas ni fingías.
He besado a la locura, ya me acosté con el enemigo; harto de sobrevivir contigo.
¿Dónde iba a estar mejor que en las manos de quien me quiso?
Y este nuevo final da pie a otro beso indeciso, a otro golpe divino.

domingo, 1 de enero de 2012

Cosas que no recuerdo que quiero olvidar.

Un acto de rebeldía sin fe, o una protesta sin razón.
Un corazón aerodinámico con el remedio contra el dolor.
Una mente perpleja ante tanto conocimiento,
y una cabeza que no da vueltas, que no piensa, que no se pierde.

Un perdón que no se dice con palabras,
un te echo de menos, que nadie puede comprender, pero...
que ahí está, como un espíritu que nos protege y nos tortura a la vez,
soy ese síndrome de Estocolmo que me hace volverte a querer.

Un silencio que me arropa con palabras sinceras,
una palabra sincera que me miente,
una mentira indiscreta que me alumbra,
y una luz que crea meras sombras entre mi oscuridad.

Mil porqués sin un sentido único, un hasta luego que se eternizó.
Una sola dirección que recorrer y mil caminos por hallar.
Una pena que me hace sonreir, un pensamiento famélico que muere de sed.
Un solo beso que me salve, un solo verso de verdad.

Una tempestad en calma, un mar que me pide hablar.
Un temor sin miedo, una extraña voluntad;
a volverte a sentir, a volverte a llamar,
a volver a formar parte de aquella hermandad que fuimos...

Dicen qué...

Ahora dicen que el tiempo pasa deprisa,
que la pena no nos avisará.
Que el tiempo pasa, que el silencio morirá;
hoy mi grito retumba en la oscuridad.

Dicen que la alegría es efímera, y que la realidad
oculta más de un ejemplar de afinidad a la imbecilidad.
Que un adiós no vale un nunca jamás,
que lo que marcha no volverá a pasar…

Podría morirme tras un suspiro eterno,
y podría serle fiel a la soledad.
Podría sentir que todo empieza de nuevo,
que vuelve tu beso y con él mi realidad.
Podría clavarme tu puñal una vez más,
podría volverme a ilusionar, volver a llorar…

Dicen que el infinito tuerce en tu esquina,
aunque nunca me dejaron comprobarlo.
Que el viento sopla entre las manos como el agua entre los dientes,
que buscan tu tesoro entre mundos incoherentes.

Dicen que todo va mal, y que no lo has dudado.
Que antes de volver a empezar,
hay que terminar con lo empezado…

Mírame, aquí sigo, fingiendo que el mundo me puede.
Mírame, si aún te queda alma, muerde esta manzana una vez más.
Miente, di que aquello aún lo sientes, que no puedes zozobrar.
Siente que el tiempo se pasa, y que tus pisadas siguen; con el mismo caminar.